martes, 14 de mayo de 2013

El valor sentimental (real) de las cosas.


“¿Cuánto cuesta por favor?” Preguntamos en el mostrador cuando compramos algo. “¿Qué precio tiene?” es también otra de las frases más utilizadas. En una sociedad como la actual, en la que el dinero mueve montañas, no deberíamos sorprendernos de esto. Nos pasamos la vida comprando. Triste, pero real. Intercambiamos por dinero objetos y enseres útiles (algunos otros no tanto) para nuestra vida cotidiana. Compramos alimentos, ropa; pagamos a empresas que nos proporcionan servicios, pero ¿qué precio estaríais dispuestos a pagar por un objeto que realmente queréis poseer? Pensemos por un momento: Lo que realmente deseamos tener no es un precioso chalet con vistas al mar o un lujoso apartamento. Creo que no sería suficiente, ¿a que no? En este caso, lo que uno realmente quiere es un bonito lugar para pasar el mejor tiempo posible con su familia y/o amigos. Quítale esto último, ¿no es absurdo tener una casa preciosa de moderno diseño con electrodomésticos de última generación para ti sólo? Una enorme piscina con barbacoa que sólo puedes disfrutar tú. Qué aburrido, ¿no?

Volviendo ahora la vista a las cosas pequeñas, ¿no pensáis, como yo, que a veces es mucho mejor “gastarse dinero” en compartir momentos con los demás? ¿Cuánto cuesta una bolsa de pipas para una tarde con amigos en el parque? ¿No son los 30 céntimos mejor invertidos? ¿Y una cartulina para hacerle un collage de cumpleaños a una amiga? ¿Y un helado en una terraza de verano? Subiendo un poco más el precio ¿qué me decís de una entrada para ese concierto que tanta ilusión te hace? ¿No creéis que, en este caso, pesa más el valor sentimental que el establecido para su venta? Si con mis amigos en el parque de al lado de casa me lo paso igual de bien que viendo el último superestreno de Hollywood, valdrá lo mismo una bolsa de pipas que una entrada de cine. Exactamente lo mismo.

Echa ahora un vistazo a las paredes de tu habitación o a alguna estantería. Seguro que en aquel corcho tienes cogido con una chincheta algún billete de tren con una fecha especial, una foto de fotomatón, una carta de alguien, alguna frase bonita, una entrada de un festival, un envoltorio, una postal, aquella tarjeta de cumpleaños firmada… Puede que incluso tengas una pequeña cajita donde guardas todos esos “recuerdos”. ¿Qué valor (real) tiene para ti todo eso? ¿Te has parado a pensar lo que les contarás a tus hijos cuándo te pregunten quiénes son los de aquella foto? ¿Qué les dirás cuando te pregunten qué tiene de especial aquella fecha en ese billete de Cercanías?

Hoy, hablando con un compañero del despacho, se me venían varias preguntas a la cabeza. Me contaba que hace poco habían comprado una pequeña casita en la sierra madrileña para pasar la temporada de vacaciones en plena naturaleza. Antes de describirme uno a uno las especies de árboles que rodeaban el chalet y de nombrarme todas las rutas de senderismo que existen en esa zona, me contó algo que me llamó verdaderamente la atención y de lo que él aún no se había logrado “reponer”. Cuando entraron por primera vez a la vivienda, se dieron cuenta de que, aunque habían intercambiado su dinero por aquella casa, aunque la habían comprado, en realidad no era su todavía su hogar. No todas las habitaciones estaban vacías, pues los anteriores dueños habían decidido no llevarse una vieja mesilla de madera de uno de los dormitorios. En un cajón, había una pequeña cajita con fotos antiguas en su interior. Era uno de los tesoros de la familia. Una caja con recuerdos de abuelos, tal vez bisabuelos, tíos, hermanos… que se habían dejado olvidada en un rincón.

Llamadme nostálgica, pero adoro mirar fotos antiguas. El otro día, en casa, mi madre me enseñó una antigua foto de  mis abuelos (sus padres). Se les veía jóvenes, como mucho alcanzaban tener 22 años. Mi abuela, sonriente como siempre, aparecía abrazada a un joven muy atractivo, mi abuelo. Elegante, con su camisa y chaleco a juego, le agarraba a ella por la cintura esbozando una tímida sonrisa. Una foto, una simple foto, fue suficiente para alegrarme el día. ¿Qué valor tendría para mi esa foto? Incalculable. De no ser por ese trocito de imagen, por ese pequeño papelito, me habría sido imposible viajar en el tiempo hasta llegar a trasladarme a finales de los años 50. Me habría sido imposible imaginarme a esos dos jóvenes que acababan de conocerse en el baile del pueblo. Me habría sido imposible pensar que, tal vez, si algún segundo atrás en aquel tiempo hubiera cambiado algo, probablemente yo no estaría aquí escribiendo esto.

La lluvia ha dejado de golpear el cristal y, ahora que me doy cuenta, se me está enfriando el colacao que tengo en la mesita de noche. Ya son más de las 2 de la madrugada y creo que me he enrollado más de la cuenta, así que me despediré ya.

Antes de irme, os cuento que “La balanza mágica” (ver entrada anterior) también sirve para medir el peso entre valor económico y valor sentimental. Si la usáis, sólo tenéis que cambiar el modo y ya está ;)

¡Un abrazo enorme!
Os quiero  


Mary

6 comentarios:

  1. Vaya entrada tan bonita... Como siempre me he metido de lleno en lo que ibas escribiendo. :)
    Cierto lo que dices. Al final el precio de las cosas y su valor no tiene por qué ser directamente proporcional.
    ¡Un besazo!

    ResponderEliminar
  2. Anda, pues es verdad! ambas entradas están relacionadas con el valor que tienen las pequeñas cosas. "¿Te has parado a pensar lo que les contarás a tus hijos cuándo te pregunten quiénes son los de aquella foto? ¿Qué les dirás cuando te pregunten qué tiene de especial aquella fecha en ese billete de Cercanías?" ¡ Emocionante entrada! :) Un beso grande!

    ResponderEliminar
  3. que bonito que bonito que bonito¡¡¡¡¡¡¡¡ estaa super bien mary.
    Que nostalgico todo tienes toda la razon. beesos amore

    ResponderEliminar
  4. Pero que entrada tan BONITA!
    Tienes razón, el valor de lo sentimental es incalculable. No se paga con dinero, sino con actos que hagan sentir bien a los demás.
    Gracias por esta entrada! Un beso grande, chicos :)

    ResponderEliminar
  5. Vaya entrada bonita que te has marcado hoy!
    Según lo iba leyendo me iba metiendo en cada una de las cosas que describes!
    Totalmente de acuerdo, hay cosas que no se pueden apreciar sólo por el dinero que hayan costado, sino por el valor sentimental que tienen para cada uno de nosotros.
    Un besito!

    ResponderEliminar
  6. Creo que bonito es poco, pero claro mi valoración no es muy objetiva... La verdad es que tenes toda la razón, el dinero no da la felicidad, pero como dice melendi es una sensación tan parecida... pero si es cierto no la da, siempre he pensado así, donde este la buena conversación con amigos en un parque comiendo pipas o bebiendo freeways en vez de cocacola, no importa nada mas, inventar cualquier momento en buena compañía sin tener que hacer nada especial y sentirte feliz y agusto, eso es lo que realmente importa, y llenar cajas, albunes con esos recuerdos que para algunos no serán mas que simples papelajos, como por ejemplo la que tengo yo, hace tiempo la abri para despejarla un poco pero... no había nada que despejar no encontre motivos ni para tirar un simple ticket de dos horchatas en un bar, y no es por que sepa que no tengo memoria jajaja sino por que significó algo y significará hasta el día que abandone este mundo, esas cosas estando totalmente de acuerdo contigo son las que jamás podrá comprar el vil metal, y aún así te sacará la mejor sonrisa y te llenara de felicidad.
    y bueno ya dejo de hablar jajaja que siempre me enrollo como el/la protagonista jajaja y no puede ser jajaja.
    A la autora decirla que siga así que es lo mejor de mundo mundial y que siga escribiendo así de bien, muuuuua.
    un besaaaaazo para todos wap@s.

    ResponderEliminar