domingo, 28 de julio de 2013

La 2ª biografia de Monica Naranjo.

Mónica Naranjo es la voz de la media España que está enganchada al Lexatín. Mónica Naranjo es la voz de la España entera de la tele-basura, el telefonito y las ETT. Mónica Naranjo es la banda sonora de nuestra sociedad de la juerga y el jíjíjí/jájájá. Mónica Naranjo ha dividido el país en dos bandos: los que estamos de su parte y los que no se enteran de nada. Mónica Naranjo es el mito español de la era del Blade Runner y el Mad Max.
 Pero la pregunta que da vueltas en el elevado tanto por ciento de cerebros españoles que ha tenido la suerte de escuchar su estentórea voz es ¿por qué grita Mónica Naranjo? ¿Por qué pega esos alaridos que taladran el alma de los hombres de buena fe y los tímpanos de los cínicos?
 Nuestra record woman particular de la guerra de los sexos es una chica de origen andaluz nacida en Cataluña con preciosos ojos verde-azulados, descomunal desarrollo de su laringe, diafragma, glotis, epiglotis, cuerdas vocales, pulmones y cualquier otra parte de su anatomía con participación en el proceso de emisión de la voz. Mónica Naranjo nació también con cantidades extra de hormonas femeninas. Un equipaje que dada su condición de bebé, en 1974, no le servía para nada. Por suerte para los amantes del kitsch ibérico, que, al igual que la fritanga, nos entusiasma cuando nos lo ponen en pequeñas dosis, la mamá de Mónica tenía bastante buen gusto musical y muchos discos de Mina.
Según unas cuentas muy fáciles de hacer, la señora de Naranjo, que es sevillana y se llama Patricia, tuvo a Mónica con unos precoces 20 añitos, lo cual, en 1974 y en los inicios de aquel esperpento típicamente carpetovetónico que se dio en llamar “la apertura”, esta muy requetebién visto. Hoy día, Mónica considera a su madre como su mejor amiga: “Yo estoy enamorada de mi madre, la amo, llámalo complejo de Electra o de Edipo, me da igual”. Para los amantes de los cotilleos superfluos tan de moda en la cultura neoliberal que disfrutamos, contaremos que su buen amigo y colaborador Abel Arana, de Pumpin’ Dolls, la considera una señora muy elegante y amable que acompaña a su hija a las presentaciones llena de orgullo y simpatía.
 Hasta aquí, la historia de Mónica Naranjo sigue los cauces normales de la de cualquier niñita en cualquier hogar: pañales, chupetes, papillas, paperas...
 Después, las cosas comienzan a torcerse. Resulta que el padre, un albañil granadino descrito, más tarde, por su propia hija como “machista idiota e hipócrita”, tiene cierta debilidad por el alcohol que unido a su natural violento convierte la vida de la familia en algo peor que una pesadilla.
 “Mi madre tuvo que sacar adelante, ella sola, a tres hijos. Yo soy la mayor. Nos formó con una educación muy singular que es la de ser autosuficientes y luchar por la libertad. Yo fui educada para ser independiente, ganarme la vida, trabajar, ser libre. Ella fue educada para atender al hogar, cambiar pañales a los niños, no salir si no era con el marido... En fin, esos cambios de cultura enormes”.
 La Mónica Naranjo de pelo negro y blanco que vende millones de discos en España y México y asombra a propios y extraños con su voz descomunal, adopta una actitud doble respecto a su desgraciada infancia: discreta y sensata, prefiere, a veces, olvidarlo y, llena de rabia y veneno, da rienda suelta, otras veces, a su justificado rencor: “Sé lo que es ver maltratar a una mujer y también sé lo que es salir de casa con miedo”.
 Patricia, Mónica y sus dos hermanos menores, Enrique y Raquel, lo pasan mal y tienen pocas pelas. La niña crece introvertida, encerrada en su habitación y, como tantos y tantos ídolos y mitos, con un sueño dando vueltas y revueltas en su cabecita de pelo, entonces, castaño oscuro: triunfar en el mundo de la canción. Tiene sólo cuatro añitos, pero lo tiene muy claro desde entonces.
 A pesar de los apuros económicos, Patricia le paga unas clases de piano y solfeo y, además, le regala un magnetofón con un micro que, para la incipiente diva supone el colmo de la felicidad. Encerrada en su cuarto, micrófono en mano, imita, muy mico, los gestos y las voces de las deslumbrantes estrellas disco-pop que la dejan boquiabierta y patidifusa cuando salen en Aplauso y Tocata. Su infantil cerebrito rebosa de endorfinas ¡y de serotonina! Se graba, rebobina se escucha, se repite, se vuelve a oír...
 Santiago Auserón, tan intelectual y tan sabio como es, también contaba cómo, encerrado en el cuarto de baño familiar, imitaba ante el espejo los bailes y monadas de las Karina y Rosalía que veía en Tele-Ritmo y Cantamos Contigo. Los ídolos también tienen su corazoncito.
 Cuando Mónica tenía 12 años, 1986, le presentan a Dalí. Su madre conoce a una familia que trabaja para él o alguna conexión de este tipo. “No era consciente del gran personaje que tenía delante de mis narices. La impresión que me daba entonces es que estaba un poco chalado. Me daba muchos consejos, pero hay uno que me ha quedado más claro: ‘Déjate llevar por la pasión aunque te llamen anarquista’, me decía”. Los oyentes de la Mónica del Desátame hemos podido comprobar en nuestros propios tímpanos como tan sabias enseñanzas fueron tomadas al pie de la letra.
 Pronto comienza a mandar sus casettes a las compañías discográficas. Se gasta una pasta en sellos. La muy inocente se cree que las cosas funcionan así: tienes una buena voz, aprendes a cantar y aparecerá un productor forrado de dólares que te lanzará directa a la fama y la fortuna. Tiempo tendrá de aprender que las cosas no funcionan así. Entretanto, se pone a trabajar de dependienta en una tienda de vaqueros. “Nunca he sido una niña pija, he luchado mucho”.
 Parece que empieza una racha de buena suerte. “Un día estaba en una discoteca haciendo la loquita con unos amigos. Me dieron un micro y me puse a cantar. Por cosas de la vida, estaba allí uno de los presentadores más importantes de la televisión española y él me presentó a Cristóbal Sansano. A raíz de eso empecé a componer y a mandarle todo lo que escribía”. Cristóbal es un joven productor discográfico, descubridor de Locomía que, sorprendido y entusiasmado ante semejante fuerza de la naturaleza, es el primero en tomarse en serio a la muchachita de 15 años que era entonces Mónica Naranjo.
 “A los 11 años empecé a tocar el piano. Pero toco sólo mis composiciones, porque no toco ni a Beethoven, ni a Mozart, ni nada de eso. Lo sé tocar, pero... ¿Sabes? Tocar un instrumento no es inspiración, es una técnica que se aprende ensayando un poquito cada día. La inspiración es algo con lo que naces, no se puede enseñar. Cristóbal me fue enseñando todo, porque la composición tiene una técnica que también  se necesita aprender. Durante dos años, la única comunicación que tuve con él fue por teléfono, correspondencia y paquetería. Así fue cómo él me enseñó todo lo que hoy sé del mundo de la música y la composición”.
 Como es muy atrevida y, gracias a los sabios consejos de su mami, rebosa seguridad en sí misma, decide que el bonito físico que se le ha desarrollado con la pubertad bien puede servirle de algo y se presenta a un concurso de Miss Cataluña y va y lo gana. “Lo hice por dinero. De hecho, lo que estaba buscando era un trabajo, no un título de belleza. Como Miss Cataluña, tuve oportunidad de entrar en una agencia de modelos para poder trabajar y estudiar”.
 Pero la racha de buena suerte no basta para paliar la horrible situación familiar que vive y, con el mismo temperamento que, más tarde, la hará famosa, la única solución que se le ocurre es largarse de casa con Cristóbal. Dicho y hecho: “Tomé una determinación muy adulta, muy madura. Me dije: Soy muy joven, tengo 17 años, voy a dejar los estudios un año (en esos momentos estaba a punto de entrar en la universidad para estudiar ginecología), puedo sacrificar un año de mi vida y puedo retomar el camino. Mi madre, obviamente, estuvo detrás apoyándome”. Lo que más tarde se convertirá en Leyenda Naranjo va tomando, poco a poco, forma.
 Alguien de una multinacional se toma interés por ella. En El Gran Musical recibimos la noticia de, a principios de que, a principios de 1992, van a sacar el disco de una chica estupenda con una voz hasta allá... muy joven... medio flamenco... medio soul... medio tecno... medio no-sé-qué... muy raro... indescriptible... Evidentemente, no saben qué hacer con ella y si te he visto no me acuerdo.
 En un rizar el rizo de la falta de visión y cretinez de nuestra querida y torpe industria del disco carpetovetónica, ni salió ningún disco, ni el nombre de Mónica Naranjo volvió a sonar en los anales de la promoción discográfica hasta cuatro años más tarde. Como esta anécdota no ha entrado a formar parte de la Leyenda Naranjo, hago una pequeña investigación y un amigo, que ha trabajado en la industria del disco, me ratifica: ... “Sí, la ficharon porque no-sé-qué vejestorio de la compañía se la quería tirar... Como está tan buena... Pero no hicieron nada”.
 Las pataletas de Mónica contra la industria del disco son legendarias, pero plenamente justificadas. No hace falta que perdamos muchas líneas recordando cómo estaba el mercado discográfico en la España de los noventa, porque de ninguno de los lanzamientos de la industria se acuerda nadie.
 Por ejemplo, personalmente, no puedo recordar ni a quién he entrevistado, ni qué discos me han dado de tan mediocre y aburrido que era todo ¡Y del poco éxito que tuvieron! La pobre Mónica no se arredra, está hecha del material del que salen los mitos: como una Edith Piaf cualquiera, pero más guapa y menos desafinada, tiene que pedir en la calle para salir adelante.
 Un segundo acercamiento a la industria da como fruto su misterioso primer disco. Un disco que, a pesar de publicarse en España y recibir un pequeño empujoncito de su compañía discográfica en un primer momento, pasó sin pena ni gloria ante los ojos de los especialistas y los cazatalentos. Mónica tiene su propia versión de los hechos: “Cuando vi que estos señores, en cuestión de cinco minutos, iban a destrozar la carrera de una persona, sus sueños y fantasías, decidí que tenía que elegir: quedarme en España y morirme de asco, o coger las maletas, largarme y empezar de nuevo. Y me fui. Me fui a México, con la incertidumbre de que no sabía lo que iba a pasar, pero me invadían la fuerza y las ganas de salir adelante” ¡Y pensar que por poco nos quedamos sin poder disfrutar de Mónica Naranjo!
 Los mexicanos resulta el público ideal para Mónica y la reciben con los brazos abiertos. Aún así, tiene que pelearse con la discográfica española su presentación en una convención de la sucursal mexicana donde, evidentemente, enloquece a los ejecutivos que la convierten ¡por fin! En objetivo de promoción. También conquista el corazón de uno de los conglomerados más intrigantes y poderosos del mundo del espectáculo planetario, el lobby Televisa/Siempre en Domingo/Galavisión, monopolio de la música popular latinoamericana que la apoya desesperadamente.
 Mónica, que tiene muy buen tipo y está muy en forma porque es una loca del deporte, que sigue teniendo sus ojos verde-azulados, que es una excéntrica redomada y un día le dio por decolorarse el pelo a medias, que es una habladora de tomo y lomo, cada vez más lenguaraz, ocurrente y descarada, que tiene un chorro de voz como el arranque de un avión a reacción, que es todo temperamento, pasión y adrenalina... resulta que es ideal para el gusto mexicano.
 Por su parte, la estancia en México le sienta a Mónica a las mil maravillas. De hecho, es allí donde se descubre a sí misma como la divinidad azteca que a partir de ahora será: una anémona de mar sinuosa y urticante, una Medusa, una Circe, una Mantis, una Isis, una Osiris... Lejos queda la jovencita vulgaris que se presentó en chándal y sudadera a Chaumet, el joven diseñador valenciano que se haría cargo de su imagen. Se ha convertido en una reina del glamour y la boutade que enciende pasiones cada vez que sale en Televisa. Aquí, los que la ven cada dos por tres en Galavisión se creen que es una cantante mexicana.
 Explicación de Mónica: “Es una incógnita, pero lo cierto es que allí, las cantantes femeninas dominan el mercado. Puede que sea un país machista, pero también se idolatra a la mujer”. Otra explicación más bonita: “México cambió mi vida. Tenéis una fe tan grande en Dios que me habéis cambiado. En España la gente es muy beata, va todos los días a misa y se confiesa, pero no por eso es más creyente. Allá han confiado tanto en mí y en lo que puedo darles, que llegar al medio millón de copias vendidas me sobrecogió. Es una cifra récord para una primeriza y extranjera como yo”.
 Le llaman de todas partes, se recorre el país, luego el continente. Luego vuelve a recorrer el país. Sigue saliendo en la tele, sigue sonando en todas partes, reúne hasta 5.000 ávidos espectadores en sus galas. Vende discos a porrillo. En México los galardones sobre ventas tienen nombres muy bonitos: disco de oro, platino, diamante y doble diamante. Ella los acapara todos. Tantos discos vende que la discográfica española empieza a replantearse sus asuntos con Mónica. Ella, con Cristóbal, a su lado, comienza a trabajar su segundo disco. Todo un año le costará sacar adelante el delirante Palabra de Mujer que le convertiría en profeta y fenómeno en su tierra.
 El atroz y arrebatador Desátame se edita en España. Una aparición en un infame programa televisivo, Sorpresa, sorpresa, graba en la memoria del tele-españolito de pro la existencia de Mónica Naranjo; una portada, casual, improvisada para sustituir otra que había fallado, en Shangay Express (revista gay quincenal que se distribuye en Madrid y Barcelona) le otorga la credibilidad que necesitaba; una remezcla de los Pumping Dolls la consagra en las discotecas, mientras un machaqueo constante en Cadena Dial de su canción acaba con los nervios de los pedantes, la estabilidad emocional de los sensibles y el aburrimiento de los mitómanos. Lo ha conseguido, Mónica Naranjo es una estrella. Ha llegado el momento del merecido desquite.
 A estas alturas todos conocíamos ya a Mónica Naranjo y cada uno se había hecho su composición de lugar: guapa, fea, lista, tonta, buena, mala... Hasta la casa de discos ha tenido que arriar las velas. En 1998, el affaire Naranjo es un lugar común de conversaciones, chascarrillos y chistes.
 Personalmente, me alegré de que aquel nombre que me rondaba en la memoria se hubiese salido, al fin, con la suya. Como nuevo icono kitsch me parece genial, como cantante, bestial ¿Te has fijado cómo canta bluenotes cuando el acorde lo pide? ¿Y los arabescos y trinos? De ven en cuando, alguien con un sistema nervioso tan frágil como el mío, se sale de sus casillas cuando una ráfaga de Mónica se cruza en su camino sin previo aviso (lo cual pasa cada dos por tres, con el éxito que tiene). Pero, vaya, creo que ha dado un buen baño a Luz Casal, Ana Torroja, Marta Sánchez, Encarna, Toñi y quien se tercie (lo cual merece una condecoración).
 Quien quiera satisfacer su ego intelectual puede oír a Bartok, Berg o ABBA (no muerden). La música popular es para bailar, para llorar, para reír, para cantar... O para dar que hablar... Y todo eso, y más, lo consigue a la perfección nuestra estrella de hoy, Mónica Naranjo.
 Ella, por su parte, evoluciona a l calor del éxito y la polémica,. Donde antes explicaba, algo cursi: “Conocí la plenitud del amor a los 17 años”, ahora te suelta: “La primera vez que hice el amor pensé: ‘¡Mecagüen diez, el tiempo que he tardado yo en probar esto! ¡Soy subnormal! Y es que me hicieron un trabajo muy bien hecho”. Donde, comedida, explicaba: “Yo me miro al espejo todas las mañanas y lo primero que digo es: qué estupenda te ves, qué maravillosa eres, aunque sea mentira. Son tácticas para empezar el día”, ahora va y larga: “Cuando me levanto, lo primero que hago es mirarme al espejo y decir ¡Qué buena estoy, me violaría!”.
 Cada vez dice más palabrotas, cada vez lleva menos ropa, cada vez sus poses son más provocativas, cada vez siente menos sonrojo para decir burradas y dar rienda suelta a su resabiada filosofía vital: “Yo los castraría. Soy muy radical en estas cosas porque creo que es una crueldad intolerable que una mujer camine por la calle y sea asaltada. Yo los castraría” (a los violadores quiere decir). “En el fondo yo creo que a las mujeres nos han maltratado tanto por miedo, porque ese medio cromosoma más que tenemos nos hace superiores a los hombres. Además, siempre hemos sido más sensibles, más tiernas, y, además, podemos dar vida” (¡qué cosas sabe esta Naranjo!). “Yo no odio al sexo masculino, pero me gusta más el femenino. Soy una eterna enamorada de la mujer”, etcétera, etcétera, etcétera.
 Los maricas la adoran y le ríen todas las gracias, los niñatos también. Las pijitas la idolatran y cantan a berrido limpio sus canciones cuando pillan su cogorza de fin de semana. Los salidos ni te digo. Las marujas la envidian y los vejestorios piensan que es una real hembra. Es el éxito más absoluto.
 Si Massiel era la tanqueta de Leganitos, Mónica es la tanqueta de Medio Mundo. Profesional y ambiciosa, decide presentarse en directo en España. Necesita diseñar un show que inspire pesadillas tanto a sus detractores como a sus competidores.
 Maromos, espejos, cortinas... Y una plataforma hidráulica que haga surgir del suelo a la divina, como Venus saliendo de la espuma, que, por cierto, causó mil quebraderos de cabeza a la empresa que fabricó el escenario. Entre otras cosas, porque Mónica mide un metro sesenta y seis pero lleva tacones y plataformas hasta el metro ochenta y uno y el escenario no era bastante alto para ocultarla encima del mecanismo que la había de levantar “¿Problemas a mí?” se dijo muy brava, “Me acuclillo y ya está”.
 La gira estaba siendo un éxito con público variado, buenos números de baile, toquecitos de erotismo, toquecitos sado-aso y Mónica en todo su esplendor cuando sucedió lo inesperado: Agotamiento psíquico. Fue en Burgos. “No me había pasado nunca: tengo un temperamento fuerte y para trabajar soy muy disciplinada. Pero cuando no tienes ni cinco minutos para ir a cagar sola al water, te empiezas a agobiar. Empiezas a ser una marioneta. Así que estallé”. Se suspenden varios conciertos, se descansa y ya está. Lo que no se puede detener son las habladurías: divorcio, drogas, histeria, depresión... Es muy bonita la respuesta de Mónica al cotilleo que afirmaba que era un transexual: “Que sí, que soy transexual, que, en realidad suspendí la gira para que me operasen de fimosis”.
 Total: el éxito internacional, la fama, la fortuna, el delirio... La Naranjo y Cristóbal deciden tomarse con calma la grabación de lo que será su tercer álbum. Habrá que esperar hasta el 2000. Los fans se muerden las uñas, los contables y jefes de ventas de su compañía y de los grandes almacenes, además se tiran del pelo: habría que aprovechar el tirón. Nada de eso, Mónica sabe que una diva tiene que dosificarse.
 Es caso es que, con ocasión de un viaje Lisboa-Madrid, el avión comenzó a dar saltos y a amenazar con desplomarse con todo su pasaje. La Naranjo lo vio claro: No somos nadie y decidió, sabiamente, que no te puedes permitir el lujo de dejar para mañana lo que puedas hacer hoy y que en su tercer disco iba a grabar las canciones que tanto le gustaban de Mina. Aunque por la calle he oído decir: ... “Después canta con una tal Mina que no sé quién es”, no voy a insultar a los lectores de Rolling Stone edición española explicándoles quién es Mina. El caso es que la casa de discos vuelve a poner el grito en el cielo.
 Dicho y hecho, selecciona las canciones que más le gustan, contrata al productor de Cher y al de Los Héroes del Silencio y llama a Lugano, en la Suiza italiana, donde vive ahora la Tigresa de Cremona y le propone grabar un dúo. Massimiliano Pani, el hijo y productor de la diva podría ser el productor... Su atrevimiento es recompensado y su propuesta aceptada. El día de la grabación Naranjo aparece con un enorme ramo de rosas rojas.
 Mina, que ya tiene 60 años pero sigue grabando un disco de lo más moderno cada seis meses, se queda encantada. Massimiliano también, considera que tiene una voz importante y que es más guapa que su madre. Mina se sorprende de que una chica tan delgada pegue esos alaridos. En una palabra: ¡Un éxito!.
 Para la portada se barajan nombres y presupuestos. Por fin, aparece un retrato de Boris Vallejo, con Naranjo desnuda, por supuesto, que nos llena de envidia a los amantes de la trash culture. El disco empieza su rutinario proceso de promoción y distribución y todo parece ser miel sobre hojuelas, pero... ¡Alto ahí!
 En Sobreviviré, la canción más promocionada, hay una bonita frase sobre “la puta realidad” y con ella ha vuelto a saltar la chispa. Los odios y envidiejas provocados por el éxito de Mónica Naranjo y su abrumadora personalidad se destapan tomando como excusa la maldita frasecita, lo cual resulta bastante chocante en un país como el nuestro, donde los tacos y obscenidades fueron reivindicados nada más y nada menos que por nuestro más reciente Premio Nobel. Como siempre, las prohibiciones no hacen más que causar risa y Naranjo, gritando más que nunca y siempre dando de qué hablar, vuelve a ascender a la cima del éxito por el que tanto había luchado.



4 comentarios:

  1. Una biografía peculiar. XDD
    Como ya dije, es una de las mejores voces, eso es innegable... Y no sólo es una voz, mucho más.
    Buena entrada, Jose. :)
    ¡Un besazo!

    ResponderEliminar
  2. Es graciosa la entrada jeje
    Ya sabes que no soy super fanática de Mónica pero reconozco que tiene una gran voz. ;) Además de que me cae muy bien.
    ¡Buena entrada, niño!
    Un beso grande!

    ResponderEliminar
  3. madre mia jose, vaya tochazos que plantas jajajaja, sigo pensando lo mismo que es una buena cantante y encima con dos ovarios bien puestos, ole por ella. un besaaaaaaaazo wapeton

    ResponderEliminar
  4. Hago a un lado mi decepción al descubrir que la Naranjo, tal como su admirada e imitada Mina, Ana Torroja, Marta Sánchez, Rocío Jurado y Rosario Flores son -entre muchos otros que irán saliendo- son los CASTRATI SECRETOS del siglo XX. Para prueba están esos huesos de macho y la ausencia de curvas femeninas. Las grandes voces vienen de ahí, ¡pero vaya palo, hemos vivido engañados!

    ResponderEliminar