“¿Cuánto cuesta por favor?”
Preguntamos en el mostrador cuando compramos algo. “¿Qué precio tiene?” es
también otra de las frases más utilizadas. En una sociedad como la actual, en
la que el dinero mueve montañas, no deberíamos sorprendernos de esto. Nos
pasamos la vida comprando. Triste, pero real. Intercambiamos por dinero objetos
y enseres útiles (algunos otros no tanto) para nuestra vida cotidiana. Compramos
alimentos, ropa; pagamos a empresas que nos proporcionan servicios, pero ¿qué
precio estaríais dispuestos a pagar por un objeto que realmente queréis poseer?
Pensemos por un momento: Lo que realmente deseamos tener no es un precioso
chalet con vistas al mar o un lujoso apartamento. Creo que no sería suficiente,
¿a que no? En este caso, lo que uno realmente quiere es un bonito lugar para
pasar el mejor tiempo posible con su familia y/o amigos. Quítale esto último,
¿no es absurdo tener una casa preciosa de moderno diseño con electrodomésticos
de última generación para ti sólo? Una enorme piscina con barbacoa que sólo
puedes disfrutar tú. Qué aburrido, ¿no?
Volviendo ahora la vista a las
cosas pequeñas, ¿no pensáis, como yo, que a veces es mucho mejor “gastarse
dinero” en compartir momentos con los demás? ¿Cuánto cuesta una bolsa de pipas
para una tarde con amigos en el parque? ¿No son los 30 céntimos mejor
invertidos? ¿Y una cartulina para hacerle un collage de cumpleaños a una amiga?
¿Y un helado en una terraza de verano? Subiendo un poco más el precio ¿qué me
decís de una entrada para ese concierto que tanta ilusión te hace? ¿No creéis
que, en este caso, pesa más el valor sentimental que el establecido para su
venta? Si con mis amigos en el parque de al lado de casa me lo paso igual de
bien que viendo el último superestreno de Hollywood, valdrá lo mismo una bolsa
de pipas que una entrada de cine. Exactamente lo mismo.
Echa ahora un vistazo a las
paredes de tu habitación o a alguna estantería. Seguro que en aquel corcho
tienes cogido con una chincheta algún billete de tren con una fecha especial,
una foto de fotomatón, una carta de alguien, alguna frase bonita, una entrada de
un festival, un envoltorio, una postal, aquella tarjeta de cumpleaños firmada…
Puede que incluso tengas una pequeña cajita donde guardas todos esos “recuerdos”.
¿Qué valor (real) tiene para ti todo eso? ¿Te has parado a pensar lo que les
contarás a tus hijos cuándo te pregunten quiénes son los de aquella foto? ¿Qué
les dirás cuando te pregunten qué tiene de especial aquella fecha en ese
billete de Cercanías?
Hoy, hablando con un compañero
del despacho, se me venían varias preguntas a la cabeza. Me contaba que hace
poco habían comprado una pequeña casita en la sierra madrileña para pasar la
temporada de vacaciones en plena naturaleza. Antes de describirme uno a uno las
especies de árboles que rodeaban el chalet y de nombrarme todas las rutas de senderismo
que existen en esa zona, me contó algo que me llamó verdaderamente la atención
y de lo que él aún no se había logrado “reponer”. Cuando entraron por primera
vez a la vivienda, se dieron cuenta de que, aunque habían intercambiado su
dinero por aquella casa, aunque la habían comprado, en realidad no era su
todavía su hogar. No todas las habitaciones estaban vacías, pues los anteriores
dueños habían decidido no llevarse una vieja mesilla de madera de uno de los
dormitorios. En un cajón, había una pequeña cajita con fotos antiguas en su
interior. Era uno de los tesoros de la familia. Una caja con recuerdos de
abuelos, tal vez bisabuelos, tíos, hermanos… que se habían dejado olvidada en
un rincón.
Llamadme nostálgica, pero adoro
mirar fotos antiguas. El otro día, en casa, mi madre me enseñó una antigua foto
de mis abuelos (sus padres). Se les veía
jóvenes, como mucho alcanzaban tener 22 años. Mi abuela, sonriente como siempre,
aparecía abrazada a un joven muy atractivo, mi abuelo. Elegante, con su camisa
y chaleco a juego, le agarraba a ella por la cintura esbozando una tímida
sonrisa. Una foto, una simple foto, fue suficiente para alegrarme el día. ¿Qué
valor tendría para mi esa foto? Incalculable. De no ser por ese trocito de
imagen, por ese pequeño papelito, me habría sido imposible viajar en el tiempo
hasta llegar a trasladarme a finales de los años 50. Me habría sido imposible
imaginarme a esos dos jóvenes que acababan de conocerse en el baile del pueblo.
Me habría sido imposible pensar que, tal vez, si algún segundo atrás en aquel
tiempo hubiera cambiado algo, probablemente yo no estaría aquí escribiendo esto.
La lluvia ha dejado de golpear el
cristal y, ahora que me doy cuenta, se me está enfriando el colacao que tengo
en la mesita de noche. Ya son más de las 2 de la madrugada y creo que me he enrollado
más de la cuenta, así que me despediré ya.
Antes de irme, os cuento que “La
balanza mágica” (ver entrada anterior) también sirve para medir el peso entre
valor económico y valor sentimental. Si la usáis, sólo tenéis que cambiar el
modo y ya está ;)
¡Un abrazo enorme!
Os quiero ♥
Mary
Vaya entrada tan bonita... Como siempre me he metido de lleno en lo que ibas escribiendo. :)
ResponderEliminarCierto lo que dices. Al final el precio de las cosas y su valor no tiene por qué ser directamente proporcional.
¡Un besazo!
Anda, pues es verdad! ambas entradas están relacionadas con el valor que tienen las pequeñas cosas. "¿Te has parado a pensar lo que les contarás a tus hijos cuándo te pregunten quiénes son los de aquella foto? ¿Qué les dirás cuando te pregunten qué tiene de especial aquella fecha en ese billete de Cercanías?" ¡ Emocionante entrada! :) Un beso grande!
ResponderEliminarque bonito que bonito que bonito¡¡¡¡¡¡¡¡ estaa super bien mary.
ResponderEliminarQue nostalgico todo tienes toda la razon. beesos amore
Pero que entrada tan BONITA!
ResponderEliminarTienes razón, el valor de lo sentimental es incalculable. No se paga con dinero, sino con actos que hagan sentir bien a los demás.
Gracias por esta entrada! Un beso grande, chicos :)
Vaya entrada bonita que te has marcado hoy!
ResponderEliminarSegún lo iba leyendo me iba metiendo en cada una de las cosas que describes!
Totalmente de acuerdo, hay cosas que no se pueden apreciar sólo por el dinero que hayan costado, sino por el valor sentimental que tienen para cada uno de nosotros.
Un besito!
Creo que bonito es poco, pero claro mi valoración no es muy objetiva... La verdad es que tenes toda la razón, el dinero no da la felicidad, pero como dice melendi es una sensación tan parecida... pero si es cierto no la da, siempre he pensado así, donde este la buena conversación con amigos en un parque comiendo pipas o bebiendo freeways en vez de cocacola, no importa nada mas, inventar cualquier momento en buena compañía sin tener que hacer nada especial y sentirte feliz y agusto, eso es lo que realmente importa, y llenar cajas, albunes con esos recuerdos que para algunos no serán mas que simples papelajos, como por ejemplo la que tengo yo, hace tiempo la abri para despejarla un poco pero... no había nada que despejar no encontre motivos ni para tirar un simple ticket de dos horchatas en un bar, y no es por que sepa que no tengo memoria jajaja sino por que significó algo y significará hasta el día que abandone este mundo, esas cosas estando totalmente de acuerdo contigo son las que jamás podrá comprar el vil metal, y aún así te sacará la mejor sonrisa y te llenara de felicidad.
ResponderEliminary bueno ya dejo de hablar jajaja que siempre me enrollo como el/la protagonista jajaja y no puede ser jajaja.
A la autora decirla que siga así que es lo mejor de mundo mundial y que siga escribiendo así de bien, muuuuua.
un besaaaaazo para todos wap@s.